A continuación el lamentable desenlace (Fuente:Radio Cadena Máxima)
http://cadenamaxima.com/murio-por-desnutricion-un-nino-wichi-oriundo-de-bolivia/
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Mariano Moreno tiene un nombre ilustre, pero le dicen “Marianito”. Vive en la misión Quebrachal 2, en las afueras de General Ballivián, y hace poco más de dos años había sido asistido en la sala de recuperación nutricional del Hospital de Niños de la ciudad de Salta, que dirigía la doctora Gladys Pernas y que en el año 2009 fue cerrada por decisión del gobierno de Juan Manuel Urtubey.
El caso de Marianito había sido documentado por un equipo del programa Telenoche Investiga, en abril de 2008. Su mamá todavía recuerda las cámaras, las luces, junto al llanto de su hijo. Por alguna razón que ignora, la producción de Canal 13 nunca lo mostró.
Marianito sigue creciendo, pero con las secuelas visibles de aquella desnutrición. Vive en la misma casa del cacique Alfonso Olmos, quien relata la difícil situación que atraviesa su comunidad, donde los niños se bañan en una laguna verde y donde tienen, desde hace años, una bomba para sacar agua de un pozo que una empresa dejó hecho al lado de la laguna. “Nos hemos cansado de pedir que nos la instalen para tener agua potable y corriente, pero no nos dan una solución. Los chicos se nos enferman de diarrea cada vez más y necesitamos también otro chofer para la ambulancia del pueblo. Cuando uno esté durmiendo, que el otro haga guardia, porque cuando suceden las emergencias, no hay nadie que lo remplace.”
Fuente: http://tiempo.elargentino.com/notas/marianito-moreno-y-sala-que-ya-no-esta
En poco más de dos semanas, las muertes de ocho niños de la etnia wichi en la provincia de Salta volvieron a poner en el foco de la atención el drama del hambre en una de las regiones del país más castigadas por la pobreza. Tiempo Argentino visitó el Hospital General Juan Domingo Perón, en Tartagal, base de operaciones de un operativo sanitario de emergencia ordenado por el gobernador Juan Manuel Urtubey y dos de las comunidades indígenas que padecen la falta de acceso a los servicios de salud más elementales y que recientemente han padecido la irreparable pérdida de sus niños, en lo que podría llamarse un silencioso etnocidio.
Las autoridades sanitarias de la provincia venían evitando hablar de desnutrición, y ante cada muerte ponían por delante diagnósticos de diarrea y deshidratación, acompañados por las temperaturas extremas del verano salteño. Ahora ya se rindieron a la evidencia, aunque el gobernador se animó a mencionar una extraña clase de hambre: “desnutrición cultural”, dijo. Desde el primer día –y desde mucho antes–, la Asociación de Profesionales de la Salud de Salta (APSADES) prefirió hablar, sin ambages ni rodeos discriminadores, de desnutrición.
En la misión Sachapera se registraron dos de las ocho muertes. A casi tres kilómetros de la ciudad de Tartagal, y en una casa al borde del camino, al cabo de varias cuadras de fango, anegadas por las lluvias, el cacique Salvador Guzmán reparte “tarjetas sociales” entre los vecinos. Y menciona otro elemento que hasta aquí no se había escuchado: según el representante de la misión, el modelo sojero parece no ser ajeno al drama.
“Acabamos de enterrar a uno de los chicos, que murió desnutrido –dice Guzmán–. El hambre es mucho aquí. Somos guaraníes y wichis en esta misión, y no sabemos que hacer ya, porque el único motivo por el cual se nos están muriendo nuestros chicos es el hambre. Nosotros, los mayores, sufrimos la falta de trabajo. Antes trabajábamos con la madera, ahora con los desmontes y las plantaciones de soja, pero nadie te da trabajo porque ahora cosechan con máquinas y la fuerza de nosotros ya no les sirve. Ahora estábamos repartiendo la tarjeta social que da el gobierno, que es una ayuda de 50 pesos, pero imagínese si eso alcanza para darle de comer a un hijo.”
Guzmán agrega que le parece extraña la gran cantidad de infecciones y los cuadros de diarrea que estaban apareciendo en la comunidad, que antes no eran frecuentes. Ante la sospecha de que el agua esté infectada de alguna forma, el cacique dice que el río que les pasa cerca cada vez trae más basura y desechos de la ciudad. Paulina, una vecina de Sachapera, dice que “el agua sale blanca”, con mucho olor a cloro. “No le conviene tomarla”, le advierte al periodista.
El paisaje de carestía es el mismo en la misión Quebrachal 2, en los márgenes de la localidad de General Ballivián, y también son las mismas palabras las primeras que se escuchan: “Estamos cansados ya de tantas preguntas y ninguna solución.” También allí se murió un chico.
Jonathan Félix, maestro bilingüe de la misión, sintetiza las urgencias de la comunidad: “Aquí nos hacen falta chapas, la necesidad de casas es grande, sólo quince de las casi 200 están bien construidas, el resto tiene techo de plástico. También necesitamos que nos instalen la bomba de agua. Y remedios para el hospital, por supuesto. Pero lo fundamental que necesitamos es que nos permitan trabajar. Yo soy maestro bilingüe, pero acá necesitamos también agentes sanitarios que sean bilingües y de la comunidad, para que conozcan y comprendan nuestra situación.”
Félix también refiere al imperio de la soja, y a la peste que lo acompaña: los agroquímicos. “No se emplean más peones para la cosecha, y los químicos, el veneno que le echan a la siembra, seguramente está dañándonos el agua. Porque no puede ser que tengamos tantos problemas de diarrea en los más chicos. Algo nos está envenenando. Yo, con la edad que tengo –y aunque no parezca, no llega a los 30–, me estoy quedando ciego.”
De todos modos, la médula de la tragedia es el hambre. “Los chicos más chiquitos y los abuelos son los que más lo sufren, como siempre, pero aunque traigan camionadas de comida todas juntas, esto no lo van a poder solucionar nunca así nomás. Queremos que nos dejen trabajar, que nos dejen recuperar la dignidad. Necesitamos soluciones urgentes y que se construya un comedor comunitario que brinde el servicio de comidas básicas para subsistir”, explica el maestro.
Sólo cuando empieza a bajar el sol, el calor deja respirar una inusual brisa de aire fresco. Dicen que a las siete va a llegar el doctor Urtubey, que no es la primera vez que un gobernador viene a recorrer la misión. Qué espera Félix de la visita. “Nada o casi nada, ya llega un poco tarde. Ojalá se conmueva un poquito, al menos, con la pobreza extrema que va encontrar acá, a ver si así reacciona.”
En apenas doce días, siete nenitos de entre seis meses y tres años murieron en el departamento de General San Martín, al norte de la provincia de Salta. Todos pertenecían a la etnia wichí y todos fallecieron a causa del estado de desnutrición en que se encontraban. En su mayoría, la diarrea estival fue la encargada de asestar el tiro de gracia.
“La otra vez fuimos noticia porque cortamos la ruta, por los pozos petroleros, pero ¿quién se va a acercar ahora por los niños que mueren de hambre, hermano? El niño no habla, no te puede decir tengo hambre, y son sólo los papás los que los están mirando y los tienen en los brazos hasta que se mueren”, interpela a Miradas al Sur, Eduardo Paliza, integrante de la comunidad wichí. Por eso, esta vez, la sorpresa fue que el tema se instaló en los medios. Porque, el año pasado, a esta altura, la cifra de niños fallecidos duplicaba a la de este 2011, y la del anterior fue aún mayor, y la del anterior, más. Así y todo, semejante espanto no mereció la escena mediática de aquellos años no electorales.
De todos modos, las explicaciones periodísticas aportaron más confusión que otra cosa. “La radio y la tele, que están acá a la vuelta nomás, dicen que ‘es un problema cultural’. Mentira. ‘Es un problema indígena’”, se queja Paliza. “Cortan el hilo por lo más delgado. Si nosotros tuviéramos todas las tierras, el río, el pescado, las frutas, las plantas, no se le pide a nadie nada. Cómo va a hacer una madre con sus hijos, si no le puede dar la fruta, ni el pescado? Acá en el norte hay mucha riqueza en la tierra, ¿pero cómo llegar si está todo alambrado y no podés pasar porque te meten tiro o te mandan a la policía?
Paliza empieza a desentramar una parte del problema. Quizá la fundamental. Al menos para las comunidades, porque todos los caciques repiten que el problema es el desempleo, y que ello está directamente ligado con la expulsión de los pobladores originarios, la ocupación de sus tierras y la instalación de industrias que generan muy poco empleo.
“El departamento de San Martín empieza en Embarcación y termina en Bolivia –cuenta el ciudadano argentino y wichí–. Son cien kilómetros de ruta. Al este están las sojeras, todos los días los aviones están tirando cagada y veneno, matando a los pueblos indígenas todos los días. Al oeste, están las petroleras, que envenenan todo, los ríos, la tierra, y matan a los animales, y eso nadie lo dice. Estamos a 2 mil kilómetros, pero la amiga Presidenta tiene que conocer la verdad”, remata.
Octorina Zamora también es salteña, es wichí y le apunta a la usurpación: “Los pobres, los indígenas, no tenemos acceso al trabajo digno, no podemos contar con los medios económicos para dar de comer a nuestros hijos. Les dan prioridad a la soja y nos despojan de nuestro territorio, de nuestro hábitat. Uno de los mayores culpables de todo esto es el tema de los despojos, el desmonte, hay muchos pueblos acorralados por vastos territorios de gente que ni siquiera son del lugar,. Hay muchos patrones que nosotros ni conocemos”.
Octorina agrega que las 17 comunidades indígenas (wichí, guaraní y quom) que viven en Embarcación y se quedaron sin territorios, también sufren inundaciones cada vez que llueve. “Encima, Embarcación está en una zona de transición entre las sierras de yungas y el Chaco salteño árido, el único pulmón ecológico que tenemos”. La Dirección de Recursos Hídricos provincial publicó un informe que “dice que el pueblo de Embarcación está en riesgo de sufrir un alud por los desmontes”. Octorina estuvo en agosto de 2009 en Buenos Aires, junto a otros veinte wichís, pidiendo a la Corte Suprema que detenga los desmontes. La Corte ya estaba al tanto: seis meses antes siete caciques wichís habían participado de la audiencia pública, junto a los gobiernos provincial y nacional, que el máximo Tribunal había ordenado al hacer lugar al amparo que detuvo por un tiempo talas y desmontes en San Martín, Orán, Rivadavia y Santa Victoria.
Mente, cola y corazón cerrados. En el mismo sitio donde los bebés se mueren de hambre están los campos de Alfredo Olmedo. En poco tiempo acumuló unas 160 mil hectáreas. Según fuentes provinciales, “andando mal, le da un rinde de 440 millones de pesos por año”. Alfredo Olmedo hijo, hoy diputado, declaró: “Soy orgulloso de ser del campo y pertenecer a una cultura del trabajo”. Pero los salteños aseguran que “no se le conoce sudor, nunca trabajó”. Las únicas actividades en que se lo vio antes del Congreso y de Cocodrilo fueron las carreras de motocross y motos de agua. El diputado corría en aguas más limpias que las que las comunidades traen de lejos, almacenan por días en tachos precarios y causan la diarrea. La diarrea estival, habitual en esta época, altera la absorción intestinal, lo que produce la pérdida de agua, minerales y nutrientes. En los niños pequeños, provoca rápida deshidratación. Si no se trata a tiempo acarrea consecuencias graves, como la muerte.
El aspecto cultural del problema también es complejo. Por un lado, los miembros de las comunidades wichís dan cuenta de la discriminación que sienten en las instituciones hospitalarias. Por otro lado, o no tanto, las autoridades deben lidiar con la reticencia de los aborígenes a la medicina occidental. Para colmo, el exitoso plan nacional de agentes sanitarios y de descentralización de la atención médica tiene sus vacilaciones allí. “La atención primaria de la salud es la llegada de los agentes sanitarios al territorio, muchos de la propia comunidad”, describe Susana Canela, especialista en políticas públicas. “Teníamos el centro de salud, enfermera, los médicos iban al lugar, pero la provincia ahora está teniendo un déficit de médicos en la parte pública”, explica. El sueldo de un agente de la medicina en territorio es pagado cerca de $7000.
El gobernador Juan Manuel Urtubey puso en marcha un plan de emergencia con la intención de detener la seguidilla de muertes. Y al frente del plan la puso a Canela. Urtubey plantea que “si las actividades que venimos haciendo no son suficientes, hay que buscar estrategias nuevas e integrales. Si detectamos desnutridos, nos apoya muchísimo el Ministerio de Desarrollo Humano, que tiene todos los planes alimentarios con dietas especiales. Vamos a tener once nutricionistas repartidos por las comunidades, así que vamos a trabajar fuerte en este tema”, se ilusiona Canela, y suma que serán diez grupos de especialistas, universitarios e indígenas que trabajarán “comunidad por comunidad. Unas cuarenta personas se incluirían para trabajar en todo el territorio, desde Pichanal hasta Pocitos”.
Canela sabe que “la problemática que se vive no tiene que ver solamente con un problema de acceso a los alimentos, sino con un proceso educativo, con el acceso a la salud, con condiciones dignas de vida. Todo eso hace que una persona y una familia pueda cambiar su situación de vulnerabilidad y superar problemáticas tan específicas como esta”, asegura.
La Asignación Universal por Hijo llega también a estos parajes a los que no llega ni el agua. Algunos wichís lo perciben, pero otros no tienen la posibilidad porque no tienen ni documentos. La nutricionista Ana Inés Soruco Wynne es jujeña, pero trabaja con las comunidades de Salta. Hace hincapié en el error de no contemplar el multiculturalismo en el ámbito de la salud y alude a las experiencias de Venezuela, México y Chile. Los trasandinos instalaron en el Sur mapuche “hospitales interculturales donde las machis, las curadoras mapuches que tienen un espacio en los hospitales, trabajan en forma mancomunada con los agentes de salud clásicos”.
El drama no puede quedar oculto detrás de la multiplicidad de factores que inciden en la problemática, todos los años mueren niños, que parecen ajenos como si fueran de una isla.
Se trata de Gerardo Banegas, de 1 año y 10 meses de edad, de la comunidad wichí de Pluma de Pato.
Un niño de 1 año y 10 meses, de la comunidad e Pluma de Pato, falleció ayer en el norte de la provincia a causa de la deshidratación, se informó oficialmente anoche.
La noticia fue dada a conocer por el director de Medicina Social, Enrique Heredia, quien explicó que “en el marco de los rastrillajes iniciados en las misiones del norte provincial advertimos la ausencia de un nene en Murillo-Pluma de Pato. A pesar del estado de gravedad del pequeño, la mamá había abandonado la sala y no sabíamos dónde estaba hasta que dimos con familiares que nos dijeron que la mujer se había ido a Coronel Cornejo; por eso reforzamos el operativo de búsqueda con ayuda policial y el equipo de atención médica”.
“Tras la intensa búsqueda, los agentes dieron con la mamá y el niño en Coronel Cornejo, en una comunidad religiosa, adonde la mujer había asistido para pedir oraciones a su pastor”, relató Heredia.
“Lamentablemente, el nene estaba en estado grave...muy delicado”, explicó el médico.
“Inmediatamente, lo trasladamos de Cornejo a General Mosconi y luego al hospital de Tartagal. Hasta cerca del mediodía (de ayer) se lo hidrató. Pero sus riñones ya no funcionaban bien y pese al esfuerzo del personal médico, alrededor de las 19 me avisaron que falleció. Se llamaba Gerardo Banegas y tenía 1año y 10 meses. Su madre es de apellido Leiva, originaria wichí de Pluma de Pato”, precisó Heredia.
Las causas
En cuanto a las causas de la muerte, el especialista explicó que “fue por falla mutiorgánica a causa de deshidratación grave, diarreas copiosas, abundantes y fétidas. No era un caso factible de recuperar porque si bien no tenía infección generalizada, había una base de desnutrición moderada”.
La comunidad wichí se encuentra en el kilómetro 2 frente a Pluma de Pato. Anoche por pedido de la madre se había dispuesto el traslado de los restos del niño a Coronel Cornejo.
En el marco de este operativo conjunto implementado por el Gobierno de la Provincia en el norte provincial a causa de la crisis alimentaria, se trabaja también en concientizar a la población de las diferentes etnias sobre la importancia de acceder siempre y ante el mínimo síntoma de deshidratación a la dependencia de salud más cercana, recalcaron las autoridades.
Una niña indígena, de 2 años, murió hoy por un cuadro de desnutrición grave en el paraje Los Baldes de la localidad salteña de Morillo. Y otro menor edad falleció por la misma causa en Orán. Ayer, otro niño de un año y medio murió debido a cuadro de deshidratación. Otros seis habían perdido la vida por las mismas razones la semana pasada. Tras las muertes, el gobierno provincial, a cargo de Juan Manuel Urtubey, prometió revertir la crisis sanitaria.
En Orán otros niños fueron internados en el hospital San Vicente de Paul de esa ciudad, con síntomas similares derivados de carencias nutricionales. En todos los casos los niños provienen de familias aborígenes residentes en esta zona, afectada por la pobreza y el desempleo.
En los casos de los siete niños y niñas de la zona de Tartagal si bien no se consignó la desnutrición como causa de muerte, los decesos fueron asociados con el bajo peso o riesgo nutricional. Las misiones en las que vivían los chicos, que bordean la periferia de Tartagal, el agua potable y hay falencias de saneamiento ambiental. En la mayoría de los casos contrajeron enfermedades gastrointestinales que les produjeron diarrea y vómitos, cuadros que derivaron en las muertes.
Enrique Heredia, director de Medicina Social de la provincia, encabezó el grupo de especialistas que ayer se reunió con autoridades de Tartagal y recorrerá la zona "casa por casa" para conocer la problemática.
Los especialistas comenzaron a recabar información en visitas a las comunidades aborígenes afectadas, donde constataron las condiciones de pobreza extrema en las que viven varias familias, que no tienen agua potable.
Ayer, el gobierno instaló un centro de operaciones en el norte provincial para tratar de paliar la crisis alimentaria de la zona. Equipos de los ministerios de Salud y Desarrollo Humano, permanecerán en la zona, según se informó, para implementar un plan de emergencia que reduzca los índices de desnutrición y al mismo tiempo prevenir las causas que llevaron a que se produzcan muertes evitables.
[Salta, 10 de Febrero de 2011] A la fecha son 9 los niños de pueblos originarios, muertos por insuficiencia alimentaria, de agua potable, desnutrición y abandono del estado en tan sólo 13 días.
Sachapera. Dolor por la muerte de Santiago Torres, hijo de padres Chulupí y Toba
Julián Pérez, nacido en Morillos, uno de los lugares más pobres de Argentina. Su cuerpo no resistió a la continua falta de alimento y a la precariedad sanitaria del lugar donde le tocó nacer. Falleció por un Shock Séptico por Desnutrición Grave el Viernes 28 de Enero, a tan sólo 18 meses de edad.
Esa misma semana, otro niño Wichí moría en Sachapera, comunidad que en pocos días haría el duelo por el segundo de sus niños muerto por Desnutrición Infantil: Leandro Arias, de 1 año y 8 meses, quien falleció el Jueves 3 de Febrero. Una de sus hermanitas continúa hoy internada por la misma causa. Su padre, argentino y ciudadano de un país que es potencia alimentaria para el mundo, explicó: “Cuando volví del monte a casa mis hijos me pedían comida, pero yo no tenía. Aquí hay días que comemos y otros que no. El sábado, cuando murió Leandro, no habíamos comido nada". Esta es la entrevista a su padre, en la que se observa la vulneración de su derecho al agua y a la alimentación:
Consecuencia de siglos de historia de discriminación, de ocultamiento, de omisión y de vulneración de los derechos más elementales de nuestros pueblos originarios argentinos, la desnutrición no dió tregua para apaciguar el dolor y la impotencia de las comunidades y de quienes trabajamos por su dignidad y sus derechos. Al día siguiente, el viernes 4 de Febrero morían otras dos pequeñas Wichí. Rocío Soruco tenía 3 años de edad y era miembro de la comunidad Kilómetro 6. Sus padres la llevaron al hospital en 5 oportunidades, y cada vez, los enviaron de regreso a su hogar. Rocío estaba desnutrida, y murió por una de sus complicaciones más frecuentes: diarrea. Esta es una entrevista a su padre, el cacique Esteban Soruco, quien cuestiona en forma directa al gobierno y al insuficiente acceso a la atención de la salud:
El mismo viernes fallece en Morillos por Desnutrición Grave, Yanina Belinda Díaz de 1 año y 6 meses de edad. Feliciana Díaz, su madre, relató que “la tuvieron internada una semana y no le hicieron nada y cuando ya se estaba muriendo decidieron llevarla a Orán, por eso no la pudieron salvar… no se para qué la tuvieron tantos días aquí, si la hubieran trasladado a Orán apenas se enfermó mi hija se hubiera salvado”. El cacique de su comunidad, Miguel Arias reclama que “la ayuda alimentaria que recibimos no es suficiente porque en la mayoría de los casos las familias tienen muchos hijos… nos dan un kilo de leche y eso apenas le alcanza para una semana… las enfermeras nos tratan mal y por eso muchas veces la gente prefiere no ir al hospital porque se siente humillada”. En esa misma comunidad, continúan expectantes por la vida de tres niños más. Patricia Alejandra Girón, quien se encuentra gravemente comprometida por la desnutrición, internada en el Hospital de Orán; y otros dos niños que fueron trasladados al Hospital de Embarcación el sábado siguiente por igual causa.
Ese mismo sábado 5 de Febrero, murió en los brazos de su madre y su abuelo, mientras era trasladada en grave estado al hospital, Marlen Ubaldina Arias, de 6 meses de edad. La abuela asegura que “No sabemos si es por desnutrición, pero el viernes la llevamos al hospital. La médica nos dijo que era una chiquita en riesgo”. La niña estaba en riesgo nutricional, por lo que recibía una ayuda mensual de 1 kilogramo de leche en polvo. Se certificó su defunción por “paro cardío respiratorio”, aunque aparecen dudas sobre su verdadera causa (Comunidad Lapacho II, Tartagal). Esta es una entrevista a su madre y su abuela:
El séptimo deceso fue el de Marcos Torres tenía una año y vivía en Sachapera, pero murió el 8 de Febrero por Desnutrición y diarrea, en el Hospital de Tartagal.
Ayer 9 de Febrero de 2011, se produjeron el octavo y noveno resultado de la vulneración y omisión de los derechos indígenas al territorio y a la cultura, los derechos humanos al alcance del máximo nivel posible de salud, a la alimentación digna y de calidad, a la vida. La niña Gisell Cristina Pino, de 2 años de edad, falleció en el hospital de Morillo por Desnutrición crónica severa. Se agregó al dolor la muerte de Santiago Torres, a punto de cumplir un año de edad, hijo de padre Chulupí y madre Toba, quienes viven en Sachapera; y cuya causa de muerte está en dudas, aunque parece haber sido una Diarrea, enfermedad a la que los niños bien nutridos responden naturalmente con la recuperación de la salud. La agente sanitaria no lo visitaba desde Octubre del año pasado.
En este video se pueden observar las condiciones en las que se alimentan los niños de Sachapera:
En reacción, el gobernador de la provincia responsabiliza a los pueblos originarios de estas muertes, y el vicegobernador a que los “destinan el dinero que perciben en subsidios a otras prioridades menos urgentes que la alimentación”. Los dirigentes Wichí los invitaron “a vivir con nosotros para ver si piensan de la misma forma”. Declararon que el hambre se recrudeció con el cierre de los colegios y sus comedores durante el verano; y por el aumento del precio de los alimentos; y aseguran que esta vez, no van a parar hasta ver soluciones.
Ana Soruco, quien escribe este blog, y trabaja por la Nutrición, el derecho a la alimentación y en pos de la soberanía alimentaria de los pueblos originarios, invita a todos los interesados a colaborar con donaciones de alimentos no perecederos para las comunidades nombradas en este relato, como con medios de transporte para el traslado de las donaciones, y a sumarse a las acciones ciudadanas que pueden ser parte de la estrategia para combatir este feroz problema de la desnutrición infantil en las comunidades originarias del noroeste argentino.
Interesados comunicarse a este blog, por correo electrónico a jujenita@gmail.com o al teléfono 0387-4953114.
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